Por: Carlos A. Pérez Domínguez
Hace poco más de tres meses, el 6 de febrero, para ser exactos, Barranquilla sacaba pecho y se enorgullecía por la llegada del argentino nacionalizado chileno Matías Fernández. El volante creativo, que hoy -15 de mayo- cumple 33 años, arribaba procedente del fútbol mexicano.
En el aeropuerto Ernesto Cortissoz, un grupo de hinchas del Atlético Junior lo esperaron para darle la bienvenida, con tambora y flauta de millo. En la ciudad del carnaval todo era jolgorio, todo era algarabía. “Con ‘Matigol’ sí seremos campeón de la Libertadores”, se arriesgaban a decir los más eufóricos.
Esas premoniciones parecieron tomar fuerza diez días después, cuando Fernández hizo su debut oficial con el conjunto tiburón. La noche del 16 de febrero, Junior caía de local 0-1 ante el modesto Águilas Rionegro, pero en las postrimerías del encuentro, el chileno apareció como salvador para darle el empate a los de curramba. Los hinchas sonreían y los Char se secaban el sudor de la frente y respiraban tranquilos: los dueños del equipo barranquillero se habían arriesgado a traer, en condición de préstamo, al internacional chileno, asumiendo así el pago de su salario: nada más y nada menos que cerca de 400 millones de pesos colombianos mensuales.
Toda una locura, en un país donde la mayoría gana menos de 800 mil pesos al mes. Pero la alegría inicial que produjo la presencia del jugador mejor pago en la historia del fútbol colombiano, se transformó, en cuestión de días, en cuestión de dudas; Luis Fernando Suárez, en ese momento todavía DT del Junior, decía a modo de excusa que lo estaba cuidando, que no lo quería arriesgar.
Luego, el malestar en las tribunas se hizo evidente: Junior no jugaba bien y ‘Matigol’ no aparecía. Al final, los hinchas se resignaron a verlo en el banco de suplentes. “Junior jugando tan mal y teniendo 400 millones sentados en el banquillo”, me dijo un amigo. –Pero está jugando como si ganara sólo cinco– le respondí.
Y sí, Matías Fernández pasó de ser la estrella a convertirse en un actor de reparto. Ya nadie lo menciona, es como si los barranquilleros hubiesen hecho un pacto de silencio en torno a ese tema.
Seguramente guardan la ilusión de que, en lo que resta de semestre o en el que se aproxima, el chileno saque su casta, esa que lo llevó a jugar en el Milán de Italia, y pague con creces la inversión que por él se hizo. Mientras eso sucede, si es que sucede, deseémosle feliz cumpleaños y que los cumpla feliz.
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